martes, 13 de marzo de 2007

Autos

Sofía abrió los ojos. Levantó la cabeza y vio a Tomi parado junto a la ventana.

-¿Qué hacés? –dijo con voz ronca.

Tomi se dio vuelta. Se quedó unos segundos inmóvil, mirándola, como si no la reconociera. En la cucheta de abajo se oía la respiración entrecortada de Martina.

-Buen día –susurró Tomi.

Sofía bostezó y estiró los brazos. Intentó centrar la vista en las hendijas de la persiana. Apenas se filtraba luz.

-¿Qué hora es? –dijo.

-Las siete.

-¿Qué? –Sofía se dejó caer sobre la almohada y se tapó hasta la cabeza-. Volvé a la cama.

La habitación estaba justo arriba del garaje del edificio. A cada rato se oían autos atravesando el corredor. Luego el portón de hierro abriéndose y cerrándose. Un golpe seco, metálico, cada dos o tres minutos.

-Mejor me voy –dijo Tomi.

Sofía se descubrió la cabeza. Se apoyó sobre el codo y lo miró.

-¿Qué te pasa?

-Nada –dijo Tomi.

-¿Estás bien?

-Sí –dijo Tomi. Luego se agachó y empezó a buscar su ropa en el suelo. Apartó del montón su remera y sus medias.

-Hasta las nueve te podés quedar –dijo Sofía asomando la cabeza desde la cucheta de arriba.

-¿No viste mi pantalón? –dijo Tomi.

-¿Me escuchaste? –dijo ella.

-Sí –dijo Tomi, sin dejar de buscar-, ¿no viste mi pantalón?

-No –dijo Sofía-, ¿qué te pasa?

-Nada –dijo Tomi-, no encuentro mi pantalón.

Siguió revolviendo la ropa. El piso estaba lleno de juguetes de Martina. Levantó un oso de peluche y lo tiró a un rincón. Hizo lo mismo con un muñeco de Barnie y con otro de Piñón Fijo. Metió el brazo debajo de la cama de Martina. Tanteó. Sacó una pelota y una tacita de plástico. Suspiró.

-Voy a prender la luz –dijo.

-¡No! –dijo Sofía-, la vas a despertar.

-Pero si es un tronco –dijo Tomi. Se paró y estiró la mano hacia el interruptor.

-¡Si la prendés te echo a la mierda a patadas! –dijo Sofía.

Tomi se frenó al instante. Se dio vuelta y la miró. A pesar de la oscuridad, pudo reconocer las líneas apretadas de su entrecejo. Otro auto salió del garaje. El portón se abrió y se cerró. Después no se oyó más nada.

-¿Por qué te querés ir? –dijo Sofía con voz suave. Tomi respiró profundo.

-Me acabás de echar –dijo.

-No te eché –dijo Sofía-, te pedí que no prendieras la luz.

-Está bien –dijo Tomi moviendo la cabeza.

-No, no está bien –dijo Sofía. Hizo un silencio. Se limpió la nariz con la mano y exhaló con fuerza, como si estuviera congestionada-. Nada está bien –dijo.

Tomi sintió un escalofrío en la espalda. Se dio cuenta de que estaba desnudo.

-Es cierto –dijo-, nada está bien.

-¿Entonces por qué me decís “está bien” si nada está bien? –dijo Sofía levantando la voz.

De pronto Tomi vio su vaquero. Estaba a los pies de Sofía, hecho un bollo entre la cama y la pared. Recordó que se lo había sacado por debajo de la frazada, empujándolo con los talones.

-No sé –dijo Tomi-, estoy cansado.

-¿De mí? –dijo Sofía.

-No –dijo Tomi-, no es eso.

-¿Qué es entonces?

Tomi la miró en silencio. No quería hablar de los autos. No quería que Sofía supiera que los autos no lo dejarían dormir nunca. Ni el garaje, ni el ruido del portón.

-Nada –dijo Tomi-, no importa. –Se acercó a los pies de la cama y agarró el pantalón. Se apoyó contra el borde de la cucheta y empezó a ponérselo.

-¿Estás con otra? –dijo Sofía.

Tomi la miró.

-¿Qué? –dijo.

-Si estás con otra –dijo Sofía.

-No –dijo Tomi-, ¿con quién voy a estar?

-No te creo –dijo ella.

-No hay nada que creer –dijo Tomi-, estás diciendo cualquiera.

-No –dijo Sofía moviendo la cabeza-, lo sentí en tu manera de tocarme.

Tomi sonrió de los nervios. De pronto no podía parar de sonreír.

-Esto es una locura –dijo.

-Andate –dijo Sofía.

-No seas estúpida –dijo Tomás.

Entonces Sofía le dio un puñetazo en la oreja. Tomi no alcanzó a cubrirse. En la cama de abajo Martina empezó a toser y lloriquear. Se quedaron quietos, en silencio, mirándose a los ojos. Tomi se llevó la mano al costado de la cara. Sofía asomó la cabeza por el borde de la cucheta. Martina tenía las sábanas y la frazada a la altura de los pies. Seguía tosiendo y lloriqueando. Sofía se quitó la colcha de encima y se sentó sobre la cama.

-Dejame a mí –dijo Tomi.

Se arrodilló junto a Martina y la volvió a tapar. Después metió los bordes de la frazada por debajo del colchón.

-¿Así está bien?

Sofía miró.

-Sí –dijo. Tomi se quedó un rato al lado de Martina. Le acarició el pelo. Sofía se volvió a meter debajo de la colcha. Tomi se puso de pie y se quedó al borde de la cucheta. Sofía lo miró. Luego le pasó los brazos alrededor del torso y lo abrazó con fuerza. Tomi sentía palpitaciones en la oreja. De pronto se dio cuenta de que Sofía acababa de pegarle. Puso su mano sobre la cadera de Sofía, por encima de la frazada.

-¿Por qué te ponés así? –dijo ella-, ¿por qué me hacés enojar?

Tomi no respondió.

-Vení –dijo ella tironeándolo de la cintura.

Tomi no se movía. Contrajo los dedos de los pies, como si intentara aferrarse a los zócalos. Entonces Sofía se dio vuelta y empezó a besarlo. Fue por el cuello hasta llegar a la boca. Tomi cerró los ojos. Sofía siguió besándolo, cada vez con más fuerza. Tomi dejó caer el pantalón. Levantó una pierna y la apoyó sobre la cama. Luego levantó la otra. Se metió debajo de las sábanas, entre las piernas de Sofía. Se miraron a los ojos. Ella gimió suavemente. Tomi le tapó la boca con la mano. Él mordió la almohada. Ella, los dedos de Tomi.

Se quedaron quietos, en silencio, uno encima del otro, respirando agitadamente. Martina empezó a toser y a lloriquear de nuevo.

-Leche –dijo bajito.

Tomi se echó al costado de Sofía, muy despacio, contra la pared. Sintió el frío del yeso en la espalda. Ella buscó su bombacha entre las sábanas y se la puso.

-Leche –volvió a decir Martina.

-Ya va –dijo Sofía-, no te destapes.

Se sentó en el borde de la cama. Estiró los brazos y las piernas. Bajó y acomodó las frazadas de la nena.

-No te destapes –volvió a decir.

-¿Tomi? –dijo martina.

-No está –dijo Sofía-, no bajes de la cama.

Después abrió la puerta y salió. Tomi oyó los pasos de Sofía a lo largo del pasillo, y después el chillido de las bisagras en la cocina.

-Tomi –dijo Martina desde abajo. Él no respondió. Contuvo la respiración y cerró los ojos-. ¿Te gusta Piñón Fijo?

Tomi se quedó muy quieto. Lo más quieto que pudo. Oyó la respiración dificultosa de Martina.

-¿Y Banni? –dijo ella-, ¿te gusta Banni?